EL CREADOR DEL HOMBRE

Cuando un judío entra bajo el palio nupcial, pronuncia la bendición “creador del hombre”. Porque en ese momento el ser humano se crea otra vez, y se convierte en una nueva criatura. Todas las imaginaciones de los años jóvenes, las fantasías y los sueños, por dulces y placenteros que fueran, se convierten en un instante en una piel de ajo seco que el viento se lleva. Al igual que un globo hinchado radiante de belleza y lleno de color, que de pronto llega alguien y lo pincha con un pequeño alfiler y el globo estalla en el aire con estruendo, dejando al pobre niño que había estado jugando con el hasta ese momento, perplejo con un delgado cordel y un resto horadado de goma en la mano. El estallido es un anuncio ruidoso del derrumbamiento de sus anteriores fantasías.El día en que el hombre contrae matrimonio, es un día de arrepentimiento, un día de profundo examen de conciencia, de recuento de todas sus equivocaciones y fracasos, así como de los cambios que los provocaron. De meditar sobre si él mismo es el culpable o si los responsables son los amigos y los vecinos, y sobre todo, su mala inclinación que no le deja en paz ni un momento. En efecto, la mala inclinación cuenta con todas las horas del día para cumplir su función, no tiene nada más que hacer, no necesita comer, ni dormir, ni ir de compras ni curarse de enfermedades. Veinticuatro horas al día esta lista para efectuar su cometido de hacer tropezar y pecar al ser humano y terminar con él. Lo acompaña en todos sus pasos: cuando va por la calle, cuando se sienta en la mesa y cuando descansa en la cama. Se embosca dentro de él y se apodera de sus pensamientos, de sus palabras e incluso de su respiración. Es como un conductor que maneja el volante de su auto como quiere y lleva a los que en él viajan a donde desea.Después de emplear toda la introspección necesaria el hombre llega a la conclusión de que tiene que arrepentirse. Los fundamentos del arrepentimiento consisten en lamentar el pasado y tomar la decisión de enmendarse en el futuro. Es muy difícil corregir la conducta que uno ha observado a lo largo de por lo menos dieciocho años de vida tanto en el pensamiento como de palabra y obra y decirse a si mismo: He fracasado. Pero es preferible asumir un fracaso de dieciocho años a llegar al mundo venidero con uno de setenta.Cuando el juicio se lleva a cabo aquí abajo no se hace arriba. Si el ser humano se juzga a si mismo en este mundo, el Santo, Bendito Sea no lo juzgará en el venidero. Y no hay que olvidar que allí el juicio es distinto como distinta es la forma de tomar los actos en consideración.Es una situación semejante a la del médico que manda al enfermo tomar un poco de la poción que le ha preparado con la que sabe que la curación es segura, para no tener que efectuar una operación quirúrgica de cuyo resultado no pueda responder.